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2/3/10

egoísta


Lo esencial de la vida puede ser resumido en una palabra: dar. El Señor Jesús resume todos los mandamientos en apenas dos: “Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Amar a Dios sobre TODAS las cosas es darse por entero a su Creador. Amar al prójimo como así mismo es darse a alguien sin esperar nada a cambio, por el pleno ejercicio de amar por obediencia a Dios.

No son actitudes fáciles para ningún mortal. Pero, para los egoístas, eso es prácticamente imposible. El egoísta ve apenas para sí mismo como centro de todas las cosas, creyendo que todo y todos existen por él y para él.

El mundo gira alrededor del ombligo del egoísta, y eso, obviamente, limita su visión a apenas a una palma de diámetro de sí mismo. Así, podemos concluir que el egoísta se torna Dios de sí mismo. Él se basta, por eso jamás conseguirá reconocer un Dios soberano, Creador de todas las cosas, simplemente porque no le pasa por la cabeza que haya algo o alguien, por encima de él, que sea relevante para el mundo.

Uno de los lemas más comunes del egoísta es: “¡Lo importante es ser feliz, no importa cómo!” Eso quiere decir que a él no le importa si su felicidad es a costa de la tristeza o infelicidad de alguien. La felicidad del egoísta habita en el alma y no en el espíritu, por eso, las Leyes y Mandamientos Divinos no pueden jamás cercear el placer que agrada la carne.

La política es uno de los escenarios que reúne más ejemplos de hombres egoístas. Cuando este tipo de gente se elige y tiene poder público, dentro de ellos hay una voz que los estimula: “¡Ahora nadie me detiene! El pueblo no importa.” Pero, infelizmente, este comportamiento se repite seguido en diversos perfiles de personas: los corruptos, los deshonestos, los infieles, los traidores, los criminales, entre tantos otros, independiente de clase social.

Compartir, dividir, donar, entregar, sacrificar, proteger…no son verbos que el egoísta conjugue. Sobre estas personas, el Espíritu de Dios dijo: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios…” (II Timoteo 3:1-4)

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