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27/9/09

La furia de Baal ( Tetimonio de Un Pastor Amigo mio)

La furia de Baal

Hola obispo Macedo, soy el pastor Marcelo, que estaba en Nicaragua y actualmente me encuentro en Argentina, esperando los documentos para volver a los Estados Unidos, esta semana estuve relatando mi testimonio al Obispo Romualdo de cuando estuve preso en México, y él me pidió que se lo envíe.
En el año 1997 la IURD estaba creciendo en México, lo cual llamó la atención de los religiosos, como siempre sucede en todo el mundo, quisieron frenar el crecimiento y desarrollo de la iglesia.
Estábamos en una vigilia de oración en la sede, yo había comenzado un ayuno de 24 horas ese viernes a favor de la liberación del pueblo, que sería finalizado al término de la vigilia. Lo que nadie esperaba era que esta vigilia desataría una verdadera persecución a los pastores de nuestra iglesia.
En el intervalo de la vigilia, a eso de las 4 de la mañana, unos 30 oficiales de inmigración, que estaban infiltrados entre el pueblo de la iglesia, trataron de arrestarnos, torciéndole el brazo a algunos pastores. Logramos evadirlos gracias a la intervención del pueblo de la iglesia, que nos apoyó en ese momento, y como había unas 3.000 personas, se hizo difícil llevar a cabo tal acto dentro de la iglesia, así, nosotros pastores buscamos una forma de escapar. Unos subieron al techo de la iglesia, otros se escondieron en el tanque de agua, uno se enrolló en una tela y entró en la estructura debajo del altar, otros consiguieron saltar la pared y huir por el techo de los vecinos, por el estacionamiento, y otros como yo, salimos junto al pueblo entre la multitud.
Los oficiales habían formado un cordón humano que cercaba toda la sede, pero con la ayuda del pueblo que los separó, pudimos pasar entre ellos sin que nos pudieran detener. Yo ya había cruzado la avenida y estaba prácticamente libre de la confusión, cuando un miembro de la IURD me llamó en voz alta, cosa que llamó la atención de algunos oficiales, que en cuestión de minutos estuvieron detrás de mí y me atraparon. Fui el único detenido, todos los demás pastores pudieron escapar.
Lo más contradictorio, es que estábamos con nuestros documentos en la mano, pero lo que no sabíamos es que habían conseguido una forma de invalidar nuestra estadía legal en el país, hecho que sólo supimos en esa madrugada, cuando no había forma de resolverlo, siendo las 4 de la mañana del sábado. Es lo que siempre vimos, desde la época de Jesús y los apóstoles hasta los días de hoy en la historia de la IURD, cuando crecemos y el trabajo empieza a desarrollarse, molestamos a los RELIGIOSOS que, insatisfechos, traman medios y se arman de artimañas, buscando cualquier motivo para impedir nuestro crecimiento.Después de que me capturaron, me pusieron en un camión de la policía, donde estuve cuatro horas aproximadamente. En ese tiempo estuvieron buscando a los demás pastores y esposas que habían escapado. En ese lapso entró un oficial, se sentó a mi lado y me insultó, diciéndome ladrón, estafador, mercenario, etc… Él estaba muy alterado, pues su objetivo era detener a todos los pastores, y las cosas no salieron como las habían planeado. Indignado, entonces, dijo: “bueno, dejá de hablar”, y sacó su revolver y comenzó a limpiarlo lentamente, mientras preguntaba: “¿dónde están tus compañeros?”, a lo que le respondí: “no sé, y aunque supiera no te diría”.
Él, por su parte, trató de ejercer presión psicológica con el arma en la mano. Al darme cuenta de su intención, lo miré firme a los ojos y le respondí: “mi amigo, déjeme decirle una cosa, no le tengo miedo a la muerte ni a morir, pues ya morí hace mucho tiempo”.El oficial entonces, se levanto muy disgustado y me llevó del camión a un ómnibus, lleno de redes, donde permanecí sentado por un período de diez minutos, cuando entraron dos oficiales más, un hombre y una mujer, fumando. Se me acercaron y me sacaron los documentos y de la nada escribieron: “ESTOY ENOJADO CON VOS, PELADO ASQUEROSO, SOY EL DIABLO, SACÁME EL DEMONIO…”, y se reían…
Cuando nos fuimos del lugar, me preocupé, porque anduvimos durante una hora y media por lugares desiertos, en un momento pensé que me iban a matar. Lo que no sabía es que el edificio de inmigración estaba retirado de la ciudad. Al llegar, me presentaron a un oficial que era abogado de inmigraciones. En la hora de la entrevista, él me presionó una y otra vez, queriendo que afirmase que tenía bienes a mi nombre. Realmente sentí que estaban buscando algún motivo para desacreditar a la iglesia en México.Sabe obispo, en ese momento me acordé de lo que dijo Jesús, que seríamos llevados delante de gobernadores y autoridades, pero que no deberíamos preocuparnos por cómo responder, pues el Espíritu Santo nos daría dirección.
En esa prisión, todas las personas de la misma nacionalidad quedan en la misma celda, pero yo no fui colocado en la celda junto con los demás brasileños que allí estaban, al contrario, me pusieron en una celda separada, en la que no había ni luz ni agua.Llegando el domingo, que es el día más esperado por un pastor, allí estaba yo, preso físicamente, pero con mi espíritu libre, y no acepté estar allí sin ministrar la bendición de Dios en la vida de las personas que sufren. Allí en el patio conseguí en algunos minutos reunir unos 20 muchachos, e hice una reunión de 25 minutos con ellos. Me sentí feliz, independientemente de todo lo que estaba pasando, porque tenía certeza de que Dios estaba conmigo para ayudar a aquellos muchachos.
Estuve allí durante siete días sin bañarme, solamente con mi ropa, comiendo sólo “tortilla” y huevo, y cuando decía que tenía sed, se reían de mi, y me mandaban a callarme la boca.
Después de ese tiempo, decidieron deportarme a Brasil. Cuando estaba saliendo, algunos de los prisioneros me tomaban la mano y la ponían sobre sus cabezas, y me decían que no dejara de orar por ellos…
Así me llevaron al aeropuerto, sucio y oloroso, siete días sin bañarme ni afeitarme, para que tenga idea de mi apariencia. Escoltado por los oficiales en el aeropuerto y ya en el avión, el radio de uno de los oficiales sonó y pidieron que me sacaran del avión con urgencia; ahí estaba la respuesta que estaba esperando.Un juez mexicano había expedido horas antes un amparo judicial para todos los pastores, para que tuviéramos tiempo de resolver legalmente toda esa situación. Eso nos daba garantías de estar en el país libremente.
Con esa orden, fueron obligados a sacarme del avión y soltarme. Así, después de un buen baño y aseo personal, pude continuar con la misión que me dio mi Señor, de ir por todo el mundo y llevar el evangelio a toda criatura.
Y aunque los religiosos intenten callarnos o pararnos, nada podrá detener a los que son de la fe.
Observación: En 1997 teníamos en México aproximadamente unas 25 iglesias en todo el país. Hoy, en 2009, tenemos más de 130 y vamos por más.

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